jueves, 29 de julio de 2010

Contraposición

¡Qué sencillo ves todo desde tu atalaya de niña de 6 años!...

Algo parecido le decía Maxi a su hija en un momento de sus vidas. Vale, está claro que aquí no existe Maxi ni la niña de 6 años, pero la atalaya de la despreocupación, del ojos que no ven corazón que no siente es demasiado heavy para un terminator de mantequilla.

Está claro que disfrazamos el "es lo mejor para mi" con simplemente "es lo mejor para nosotros". Somos cobardes por naturaleza (todos), pero sólo algunas personas tienen la capacidad de sustituir la primera persona del singular por un plural mayestático (o majestático) en el que ocultar sus miedos, sus traiciones a sí mismo/a. Ese nosotros no deja de ser un mi por muchas vueltas que le des. Imponer nunca tuvo buena recompensa, menos cuando a quien le impones ha demostrado de sobra tener un carácter más difícil que el de Zipi y Zape con aquello de "prohibido hacer...". Si prohíbes, cohartas o impones, más ansia tendrá esa persona en acercarse a su propósito.
Todo lo que tu silencio impuesto me obliga ( o nos obliga en plural mayestático) acaba retumbando en el pobre silencio de las cabezas solitarias.
Y entonces llega una noche, y le das vueltas, y no lo quieres hacer pero lo haces...y vuelta a empezar.

Jugar a niñatos no se me da bien, incumplir la palabra dada tampoco.
Ojalá todos podamos decir lo mismo algún día.
De todas formas, la culpa siempre será de aquel que pide agua porque tiene sed.

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