viernes, 2 de julio de 2010

Insomnio

Son fechas, éstas que estamos pasando, en que dos historias se mezclan irremediablemente. Por un lado la rabia contenida, la mala hostia que me pone leer infamias y el tragar saliva para no entrar al trapo. Y por otro la impotencia, la espera agotadora, el respeto a una decisión a todas luces mal tomada que me lleva a una preocupación dolorosa y seguramente nada comprendida desde el otro lado del hilo telefónico aun colgado, inerte, sin vida ni esperanza. Se junta todo entre finales de junio y principio de julio, días calurosos, noches pegajosas que impiden dormir normalmente y que invitan a una reflexión pausada que evite momentos de tensión ya olvidados en un carácter viejo que mudé como una pitón se deshace de la piel seca. Sirve este insomnio veraniego para ordenar las ideas, al menos las que no se funden con el calor. Vuelves al punto de partida, buscas los fallos, conoces sus reacciones, sabes qué hace y por qué lo hace y eso te desconcierta aun más. Das otra vuelta en la cama, revisas viejas fotos, imaginas las nuevas, idealizas el futuro y acabas dormido por agotamiento, el sueño te vence pero el cerebro no descansa y te condena a soñar. Y cuando despiertas y te das cuenta de lo que has soñado se te dibuja una sonrisa en la cara, eres la persona más estúpida del universo, pero estás contento. De repente levantas la persiana y la cruda realidad te hace cerrar los ojos de nuevo, ya no por la luz sino porque te das cuenta de que los imposibles no se dan, y menos en ti que tienes molde de perdedor. Con lo cual, miras el movil, piensas algo que enviar pero lo borras. Comienza un nuevo día, termina una noche en vela.

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