martes, 1 de junio de 2010

Contracción del corazón


Ahora sé que la impotencia ante algo no es un superlativo. Esa sensación no es el techo de ningún sentimiento negativo, se puede alcanzar un estadio superior que yo he decidido denominar: contracción del corazón.
Seguro que ya hay algún listillo que ha pensado que eso es precisamente de lo poco totalmente cierto acerca del corazón, que se contrae. Pero no hablo de eso, sino de una contracción permanente. De repente eres totalmente consciente de que tu corazón se ha encogido, se ha quedado pequeño y duro como una piedra, insensible, anestesiado. Seguro que hasta se ve pálido y toda esa sensación se extrapola al resto del cuerpo. Te conviertes en algo parecido a un zombie, andas sin destino, hablas sin sentido, ríes o lloras pero no sabes muy bien por qué.

Han bastado 2 segundos, una frase, para darle la vuelta a todo o para que todo tome definitivamente sentido. Don Quijote ya sabe por qué lucha contra los molinos y han sido éstos los que le han hecho salir de su alucinación caballeresca.

La contracción del corazón no es algo pasajero, no se quita y no se quitará en semanas, la presión del pecho es más por ansiedad que nunca, los problemas se han hecho invisibles, la preocupación enorme y la certeza de saberte perdedor antes de la batalla no hace sino fortalecer mi sentido de la lealtad y de seguir en una lucha inútil. Tan inútil como todos los cambios que debían haber servido para todo y que no han servido para nada.

Estos molinos son demasiado grandes, demasiado fuertes y tienen las aspas demasiado largas. Pero otra vez ese eterno síndrome de William Wallace me persigue. No hay posibilidades de victoria, ni siquiera las busco, voy a perder pero voy a estar ahí. Y si tiene que haber victoria la estaré esperando.

Le pese a quien le pese, le duela a quien le duela y le guste a quien no lo reconocerá nunca.

2 comentarios:

  1. ...pero nunca te quitarán la libertad!tus aspas son más largas que las suyas...

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